
Melodía para la justicia
En la travesía por las tierras de Mikawa, Iwuro Yamada encontró un templo en la carretera principal. Llevaba andando desde el amanecer. Debía descansar antes de que se quedara sin fuerzas. Descubrió, tras deslizar la puerta, tres figuras entre aquellas cuatro paredes. Ajustó el daisho en el obi que rodeaba el kimono y avanzó con visible esfuerzo. Iwuro alzó la voz. Expresó un saludo general a los tres. Ellos contestaron con miradas desconfiadas. En el centro, ardía un pequeño fuego que calentaba una tetera. Iwuro Yamada se presentó, dejando el hatillo que cargaba a sus pies. Lo hizo con gestos decididos y voz potente. Ninguno devolvió el saludo aunque hubo una persona que se arrodilló frente a él.
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