
Ladrón de guante blanco
La provincia de Kii amaneció con el grito ahogado del señor Tokugawa Yoshimune. Desde que recibiera la estatua de Kannon, iba a rezar frente a aquella pieza de oro. Visitaba el altar dos veces al día, una al amanecer y otra cuando caía la noche. Custodiaba aquel tesoro en el interior de su castillo, en un tatami dedicado en exclusiva a quien consideraba protectora de su familia. Las medidas de seguridad eran las más severas que podía permitirse un señor de su rango. Tanto la estatua como el altar estaban encerrados en una caja de hierro, construida a petición suya. Encontró la puerta forzada y el altar desarmado. La estatua había desaparecido. Llamó al capitán de su guardia en cuanto se recuperó de aquel golpe emocional. Mumashima Iganosuke se presentó tan pronto como escuchó su nombre. Quedó tan sorprendido como su señor al ver aquel desastre.
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