Recursos agotados
Casius Bolton estaba en Astila, una estación espacial bien equipada que reparaba su maltrecha nave insignia. Cuando llegó, arrastraba los restos de la Pies Grandes y los módulos principales de la Enlutada, el Torrance y el Narval. La Gavilán agotó su combustible mucho antes de lo esperado por el comandante. Era demasiado esfuerzo para un único sistema de fase; se evaporó casi toda la energía en el tercer salto. La Gavilán los había salvado aunque era incapaz de cubrir los treinta y siete saltos hasta su destino. El comandante buscó en las cartas de navegación otra estación cercana y encontró Astila, dentro del sistema Caronte. Orbitaba alrededor de Estigia, un planeta gaseoso con gran actividad minera en las lunas adyacentes. Puso rumbo hacia el sistema limítrofe con la única propulsión de la Gavilán. Aprovechó la fuerza gravitacional y las corrientes eléctricas para llegar hasta su destino.
La estación pertenecía a una empresa privada y su precio era tres veces más elevado de lo que consideraba Bolton razonable. Su prioridad era reparar la Drakenstern. Quería conservar aquel destructor por su potencia de fuego, comparable a cualquier estación orbital. Era la mejor nave de aquella maltrecha flota. La venta de la Pies Grandes fue suficiente para costear la estancia de toda la tripulación. Lo que recaudó Casius Bolton por los módulos principales, lo invirtió por entero en el destructor. No se atrevía a vender la Gavilán aunque, con total probabilidad, debería deshacerse de ella para seguir reparando la Drakenstern. Intentaba apurar hasta el último crédito antes de tomar aquella decisión. Bolton estuvo dos semanas supervisando las reparaciones. La capitana Alana Harrison se encargaba en exclusividad de la Drakenstern y observaba el deterioro de su comandante a pasos agigantados. Había perdido cinco kilos en quince días y seguía a un ritmo feroz.
–Escuche, comandante, ha organizado un buen plan de trabajo. Déjeme supervisarlo y tómese unos días de descanso.
–Debo hacerlo en persona, capitana Harrison. Necesito ajustar el presupuesto lo máximo posible a los materiales de mejor calidad sin que eso suponga la ruina. Malditos Carontianos, aprietan en cada tonelada de corundum que pedimos. Cada vez que negocio un crédito con el director de la estación, tengo ganas de coserlo a puñaladas.
–Seguiré sus instrucciones al pie de la letra, ahora márchese. –Alana sostuvo el brazo de Casius Bolton. –Necesita descansar. Ese humor no es digno de usted.
Sonrió, desarmado ante los amables ojos pardos de la mujer. Sentía pesadez en la cabeza, el efecto de las anfetaminas se debilitaba aunque había consumido medio frasco durante el primer ciclo del día. Accedió a abandonar el puente de mando de la Drakenstern tras dejar un centenar de sugerencias a su capitana. La plataforma lo dejó en la cubierta de carga, bajando cinco niveles donde centenares de robots soldaban, cableaban o amoldaban el corundum a la estructura principal. Allí trabajaban algunos operarios de la estación, siguiendo con estricto rigor las indicaciones que se proyectaban en las imágenes holográficas. Una mezcla de brazos robóticos, androides y nanobots, en forma de fluido sintético, cumplían con las reparaciones.
Observó las cicatrices de la nave y rememoró el instante en que la energía falló en plena batalla. Estaba convencido de que aquel destructor sería su ataúd tarde o temprano. –Qué demonios, –se dijo –es el mejor ataúd donde morir.
Tomó el tubo de desembarco hacia el núcleo principal de la estación cuando observó la llegada de una nueva nave. Era un carguero pesado, de gran capacidad y modificado multitud de veces. Resplandecía debido a la coraza de urita que cubría toda su estructura. Aquel blindaje era característico de otras naves alienígenas, no lo había visto en un modelo humano hasta aquel momento. Decidió contactar con su capitán para aplicar aquella mejora en su propia nave insignia y se dirigió al tubo de desembarco correspondiente. Estaba a cinco minutos caminando desde su actual posición, se dirigió allí y esperó a que saliera el oficial al mando. La tripulación irrumpió, ansiosa, dentro de las instalaciones, ignorando las llamadas de atención del comandante. No logró identificar a ningún oficial de alto rango. Consiguió el código de aquel carguero y llamó desde su terminal; la identidad de la nave respondía al nombre de Gladiador. Una voz de mujer salió al otro lado del altavoz.
–Capitana Morgan, ¿con quién hablo?
–Comandante Bolton, flota de Perseus, ejército de la confederación galáctica. Necesito hablar con usted. –Quiso impresionar a su interlocutora con el rango.
La comunicación se cortó de súbito. El rumor de la tripulación, regresando a paso acelerado, sobrevino al comandante. Todos ignoraron la presencia del hombre y pasaron a la cubierta de carga. Bolton, lleno de indignación, se introdujo con el último grupo en el interior de la Gladiador. No pudo dar más de dos pasos cuando comenzó a invadirle un extraño sopor. Fue gracias a las anfetaminas que había estado consumiendo por lo que no cayó sumido en un profundo sueño. Sacudiéndose el cansancio con un movimiento de la cabeza, habló dirigiéndose a una de las cámaras de la nave.
–Sólo quiero parlamentar. –Bolton encendió la señal de rendición en su traje y extendió ambas manos sobre su cabeza. Comenzaba a arrepentirse de haber entrado en aquella nave. No pudo decir nada más, un rayo paralizante lo bañó de lleno, reteniendo sus palabras en la boca.
La tripulación rodeó a Bolton y fue observado con curiosidad. Al cabo de unos segundos, la plataforma de la capitana bajó hasta la zona de carga y se situó frente al comandante, fumando un puro surano y flanqueada por dos de sus hombres. Era de apariencia joven, con algo de sobrepeso y un pelo rubio de rizo amplio. Los ojos azules se clavaron en Bolton.
–Así que un comandante de la confederación… ¿has venido a arrestarme? –La presión del rayo disminuyó lo suficiente como para dejarlo hablar.
–¿Qué? ¡No! ¿De qué está hablando, capitán? En realidad soy oficial de la república de Tritón y mi suerte…
–Debí imaginarlo, –interrumpió Kristen Morgan sin piedad –es un oficial de Nolan. Quiere ajustar cuentas después de la batalla de Virel, ¿cierto?
–No, capitana. No represento a ninguna de las fuerzas que ha nombrado. ¿Qué tal si tenemos una charla sobre todos nuestros problemas? Una charla amistosa, lejos de toda violencia y que aclare nuestras circunstancias. ¿Está de acuerdo?
–¿Por qué debo suponer que será amistosa?
–Soy el único que tiene motivos para pensar lo contrario. Estoy seguro de que podríamos charlar en su camarote, tranquilamente, delante de un whisky Takiano y sin presiones de rango. Sin armas también, por supuesto. No tengo nada contra de usted.
–Es una sugerencia razonable. –El campo de fuerza desapareció alrededor de Casius Bolton, que se movió con precaución, tratando de mostrarse natural. La tripulación era humana por entera, aquello le gustó.
–¿Siempre trata así a sus invitados?
–Sólo a los que merecen la pena, no me guarde rencor. He tenido algunos problemas con sus… ejércitos. ¿Es un desertor?
–Es una larga historia, señorita Morgan.
–Llámeme Kristen y nada de señorita. Tengo cincuenta y siete años, he enviudado una vez y guardo un profundo amor por este tipo. –Señaló al hombre de su derecha, que enrojeció en nanosegundos. –No se haga ilusiones.
–Será un trato estrictamente amistoso, se lo garantizo. Quisiera abordar temas técnicos como el fundido de la urita para realizar tan magnífica coraza alrededor de la Gladiador.
–Ah, claro. Está reparando su nave. Es comprensible que quiera lo mejor aunque le saldrá muy caro aplicarlo, no hay mucha urita en las minas. Debo confesarle que esta nave no se llama Gladiador, su verdadero nombre es Hagger. Está buscada desde la batalla de Virel.
–Hagger… Es un nombre que se escuchaba con frecuencia en Tritón cuando era niño.
–Tritón, sí, hace más de treinta años de aquello… Es una suerte que no conozca a la Hagger por otras causas.
–Ahora lo recuerdo; no es el nombre de una nave, es el nombre del capitán Erik Hagger. Fue el libertador del sistema Tritón junto con el actual Presidente Nolan. –Casius Bolton detuvo su avance, a un paso de montar en la plataforma. –Esta era su nave…
–Y yo era su esposa. –El comandante se mostró estupefacto unos segundos y realizó el saludo típico de Tritón hacia altos dignatarios.
–Es un honor conocer a la esposa de nuestro héroe nacional. Que se vea tan joven solo puede responder a una causa. Se ha realizado una terapia genética excelente.
–Gracias. Fue en Gaurus, hace algún tiempo. ¿Usted se ha realizado alguna?
–No ha llegado el momento de planteármelo. Viendo el resultado tan magnífico que han conseguido contigo, lo pensaré con seriedad; si mi saldo lo permite, por supuesto. –Kristen sonrió y subió a la plataforma gravitatoria.
–Sígueme, comandante; hablaremos amigablemente en mi camarote. Podemos tratar el tema del blindaje para su nave, entre otras cosas.
Se apoyó en la barandilla, frente a la capitana. El breve trayecto los dejó en el inicio de un pasillo donde se distribuían varios camarotes, la sala de interrogatorio y la enfermería. La puerta del camarote se abrió automáticamente aunque un arma de bajo calibre se desplegó del techo, apuntando a Bolton.
–Es amigo, Casius Bolton, rango de comandante. Pasar a modo de vigilancia pasiva. –En el acto, el arma se replegó al lugar del que había surgido. La capitana se acomodó frente a su mesa, ofreciendo un asiento vacío al comandante. Éste quitó la ropa interior que había sobre la silla flotante y se acomodó, visiblemente relajado.
–Es admirable la defensa que tienes instalada en esta nave, Kristen.
–Bueno, una aprende a estar prevenida ante cualquier eventualidad. Sé que no es forma de tratar a un comandante de la flota, sea cual sea. Mis disculpas.
–En ningún momento he pensado que fuera algo personal, lo he comprendido. Disculpas aceptadas. Beberé whisky Takiano, si tienes en tu bodega. –La capitana formuló la orden por el intercomunicador de su traje. Al cabo de un momento, apareció un androide con las bebidas. Entre tanto, el comandante Bolton ofreció su propia historia; Kristen escuchó con atención. Habló de su servicio en la república de Nolan, de su derrota ante la confederación y de su cautiverio. Continuó narrando la segunda oportunidad que le ofreció el gobernador del sistema Perseus y su pírrica victoria ante las naves alienígenas.
–Son naves de los Ajenos, las he visto en un par de ocasiones. Auténticos centros de invasión planetaria.
–No los conozco, solo sé que son peligrosos.
–Son externos a nuestra galaxia. No suelen adentrarse tanto en las zonas de la confederación, por muy sistema fronterizo que sea Perseus. Es extraño… Tuviste mucha suerte o ejerciste mucha pericia para sobrevivir al ataque.
–Un poco de ambas, supongo.
–¿Qué pasó en Tritón? ¿Se olvidó de usted la república?
–Me dieron por muerto. De hecho estoy muerto para ambos bandos. El gobernador de Perseus ordenó mi ejecución al finalizar la batalla pero mi oficial se negó a cumplir la orden. Toda la flota ha desertado conmigo. –Bebió su whisky, paladeando el sabor. –Y aquí estoy, en Astila; la estación espacial más cara del sector, con la nave insignia de una flota hecha pedazos, sin identidad y sin un futuro cierto. –Bolton apuró el vaso de metacrilato e indicó al androide que lo rellenara.
–Yo lo considero una señal. Ha burlado a la muerte en dos ocasiones. Puede hacerlo una tercera. Está destinado a hacer grandes cosas a pesar de la adversidad. Brindo por ello. –La capitana vació su ron de un trago e imitó a su invitado. –Para mí, las cosas también se complicaron desde que soy freelance. Antes trabajaba para un viejo socio pero las cosas no acabaron muy bien entre nosotros. Cobré un finiquito bien merecido aunque no tuve tiempo de gastarlo. Comenzó la batalla de Virel. Ese hecho acabó enfrentándome a la república primero, a la confederación después. Hace ya varios años de aquello. Me he pasado en la zona limítrofe de la galaxia desde entonces, sobreviviendo de las rentas, sin renovar mi diezmada tripulación, escondiéndome en estaciones como esta para no llamar la atención de la Autoridad. Para ser sincera, estoy cansada de seguir así.
–Al menos te quedan fondos, yo tengo que vender los escombros de mi flota, probablemente tenga que deshacerme del Gavilán.
–Está sin un crédito, eso lo he entendido. –Morgan encendió el puro, hace tiempo apagado, con una pequeña llama que salió de la muñequera de su traje.
–Y con la necesidad de licenciar a la mayoría de mi tripulación. Son buenos chicos, inexpertos aunque valientes y leales. Me siguieron a la muerte y ahora tengo que dejarlos abandonados a su suerte…
–No es lo más importante de todo lo que te falta.
–¿Qué más me falta, amiga?
–Un objetivo. Le has dado la espalda a la muerte en dos ocasiones, eso significa algo. Significa que tienes un destino que cumplir y ese destino te ha llevado junto a mí. Te ofrezco una salida a tu situación, comandante. Seamos socios. Yo financio a tu flota y tú me ofreces tu fuerza. ¿Qué me dices?
–¿Y a qué nos vamos a dedicar, a asaltar cargueros?
–Creo que no nos convendría llamar la atención a ninguno de los dos, te condenarían por desertor y a mí… también. Protegeremos caravanas mercantes. Fundaremos una flota independiente, operando bajo las leyes de la confederación, sin levantar sospecha alguna.
–Estás borracha aunque me gusta la idea, tal vez me una a la empresa si me explicas cuál sería mi cometido.
–Tu trabajo será comandar la flota para evitar ser derrotados. Es fácil y parece que se te da bien. No te engañes, yo ya he hecho este trabajo; suele ser aburrido aunque hay enfrentamientos con piratas en los sectores más alejados al núcleo de sistemas centrales.
–¿Se gana mucho dinero?
–El suficiente, al principio. Millones de créditos si afianzamos el negocio y minimizamos pérdidas. Tengo el nombre indicado, MORBO asociados. De Morgan y Bolton, ¿le parece bien?
–Me es indiferente, estoy más preocupado por la financiación de mi flota.
–Estupendo, ya tenemos el nombre de la empresa. Brindemos, comandante Bolton. –Los dos alzaron sus vasos. –Una cosa más, seremos iguales en todo. ¿Está de acuerdo?
–Haré lo necesario por mis chicos. ¿Cuándo tengo que ofrecer mi huella genética?
–Así me gusta, Bolton. Tendrás la gloria que te mereces pero eso será a partir de mañana. Antes tenemos que acostarnos. Sellaremos nuestro pacto como es debido.
La serie continua con MORBO asociados
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