La sombra del anfitrión
Josh recobró el conocimiento sin su traje de soporte vital. Phoenix lo había arrastrado hasta la sala del Yugo con la ayuda de tres de sus soldados. A pesar de estar desnudo, no sentía frío. Los escalofríos respondían a otra razón. Desde que entró en contacto con aquellas mujeres, se sentía mareado. Lo amarraron a la extraña esfera y se sentaron frente a él. Evaluaban su evolución con ojo crítico. Phoenix se puso a los controles.
–Nunca creí que haría esto, amigo. –El capitán en funciones observaba el panel de control con extrañeza. –Debes disculparme, este aparato de Sonno es endiabladamente complicado. Tendré que experimentar durante un momento.
El grito de dolor fue ensordecedor. Phoenix se apresuró a apagar el dispositivo de lectura mental. Reinició la máquina y volvió a intentarlo. Kristen Morgan era la única persona viva capaz de manejar el Yugo. Pulsó otro de los botones del panel y la esfera giró hasta colocar a Josh en posición horizontal. Pulsó otro botón; se encendió un nivel para regular la intensidad de la infiltración psíquica. Lo puso a grado medio y esperó la reacción de su compañero. Gritó dos segundos hasta enmudecer de súbito y cabecear con los ojos en blanco. Un nuevo menú se abrió ante Phoenix, estaba dentro del subconsciente de Josh.
–Así era como Sonno me provocaba aquellas pesadillas…
–Capitán, creo que deberíamos interrogarlo estando consciente –dijo Gracielle. Las tres mujeres se movían inquietas en el estrecho banco. Hilary hacía esfuerzos por contenerse.
–No, su mente no le pertenece. Nos diría una sarta de mentiras para proteger a los suyos, sean quienes sean. Hay que acceder a nivel subconsciente y hablar con él. –Phoenix pulsó el panel. Josh comenzó a sacudir todo su cuerpo, convulsionando. El capitán volvió a apagar los controles y comenzó de nuevo. Hilary, incapaz de aguantar más, se puso en pie y miró el panel de control. Era difícil de ejecutar aunque consiguió discernir los patrones básicos.
–Tiene dificultades, ¿verdad, capitán? –La oficial informática pulsó la secuencia por encima del hombro de su superior. Dejó al paciente tal y como estaba antes del colapso nervioso.
–Sin embargo, parece que a ti se te da bien. Ocupa mi puesto. Te iré diciendo los pasos a seguir.
La teniente informático relevó a Phoenix y siguió las instrucciones que él iba señalando. Al cabo de media fracción de ciclo, habían conseguido contactar con él. La comunicación con el ente profundo de Josh era de comprensión difícil. Hilary trabajaba a toda velocidad, sensiblemente emocionada. Entró en los recuerdos de su niñez. Entonces, la adrenalina de Josh se disparó.
–Ha reaccionado un estímulo.
–¿Puedes repetirlo?
–Puedo intentar repetir el patrón aunque la comunicación con él está bloqueada por algo desconocido.
En aquella ocasión, no ocurrió nada. Josh se mantenía con los ojos cerrados, soñando de forma plácida. Phoenix se levantó el sombrero para rascarse la coronilla. El comunicador de Gracielle sonó en aquel instante. La mitad del equipo de asalto había regresado al J. Morgan. Cuando iba a reclamar nuevas órdenes, Phoenix levantó la mano, interrumpiendo las palabras de Gracielle.
–Esta máquina es sensible a las emociones. Hilary, ¿puedes repetir el patrón reproduciendo lo que sentías antes? Grábalo, si eres tan amable. En la columna de tu derecha, abajo.
La chica asintió. Su cara se sonrojó al repetir el patrón de vibración con sus emociones impresas en ello. Al instante, Josh volvía a arquearse, mostrando temblores y nauseas. La vibración de Hilary se disipó a los treinta segundos, impresionada por el dolor de su congénere. Josh volvió a su estado de reposo.
–Ya tenemos algo que daña a ese parásito. Espero que no se trate de un gusano mental. Le reventaría la cabeza. Pon la grabación en bucle, vamos a ver qué tal le sientan diez minutos de esta frecuencia.
Phoenix buscó un sitio más alejado. Josh volvía a retorcerse, tratando de evitar aquel sentimiento tan desolador. Su cuerpo desnudo relucía debido al sudor. La carne estaba pálida salvo brazos y pies, enrojecidos por las sujeciones. Al cabo de siete minutos, Josh comenzó a vomitar. Expulsaba una masa gelatinosa por la boca, casi translúcida. Según caía al suelo se arrastró con dificultad hasta las botas de Yvana.
–Incinerad esa cosa. Hilary, estabiliza a Josh. Creo que lo hemos recuperado. –Yvana cambió a modo lanzallamas, friendo a la criatura en segundos.
–¿Qué es eso? –preguntó Gracielle.
–No tengo ni idea. Tal vez Josh pueda contarnos algo. Está recobrando la consciencia, ayúdame a descolgarle.
Phoenix y Gracielle, colocaron a su compañero sobre la única camilla de aluminio. La superficie se calentó a treinta y seis grados. A parte de una pequeña desnutrición, Nestor Josh se encontraba bien de salud. Dos minutos más tarde, estaba en pie, vistiendo su traje de supervivencia. Devoró varias barritas de proteínas que Phoenix le tendió mientras su traje se ensamblaba de forma automática alrededor de su cuerpo.
–Dime todo lo que recuerdes y acabemos cuanto antes. –Josh presionó sus sienes.
–Iniciamos el asalto cuando salimos de fase. Dejamos a la Hagger con un equipo defensivo. Yo me quedé con ellos, en retaguardia, dirigiendo el asalto desde el puente de mando. Acabamos con dos de sus equipos. Eran Shaktik. Humanos modificados para vivir en condiciones extremas.
–Ya sé lo que son los Sahktik, extremadamente feos. Continúa.
–Estaban contaminados. No conozco la naturaleza de los parásitos pero invaden el cuerpo humano con mucha facilidad. Mis equipos de asalto se vieron contaminados en el acto.
–Entiendo. Regresaron a la Hagger y propagaron la infección.
–Exacto. ¿Qué hay de nuestra flota?
–Vinimos a rescataros, el almirante está arriesgando toda la flota para sacaros de aquí. La Drakenstern está anclada a la nave cíclope, al igual que la Hagger. La J. Morgan se ha alejado por precaución. He temido un abordaje cuando han caído todos los equipos de asalto. Aquí en la Hagger está la mitad de mi último equipo, en total somos doce. –Los dos se adentraron por los pasillos de la nave. Tomaron una plataforma gravitatoria y se dirigieron al puente de mando.
Una nueva sacudida agitó a la Hagger. Las alteraciones gravitatorias pegaban con fuerza incluso al abrigo de los satélites. Hilary se puso a los mandos del panel informático. Josh reclamó de nuevo el cargo de capitán. Tras unos segundos de duda, Phoenix le otorgó el mando del carguero modificado y se mantuvo en segundo plano. Josh ocupó el sillón central y desplegó el sistema de seguridad. En la cúpula de batalla se mostró el interior de la nave cíclope. Los equipos de asalto parasitados estaban acechando en las inmediaciones de la Hagger. El destructor ya les pertenecía.
–¿Qué hacemos, genio?
–Es obvio, Phoenix. Usaré las claves de acceso para infiltrarme en el Drakenstern. Voy a hacer con ellos lo que hicisteis conmigo. ¿Conserváis la grabación?
Hilary transfirió el archivo desde su puesto. El nuevo capitán de la Hagger se infiltró dentro del Drakenstern. Superó con facilidad las defensas gracias a los códigos de acceso. Instaló la frecuencia en los comunicadores y abrió los canales de toda la tripulación. Hizo que sonara en buckle, sin opción alguna para desactivarla. Cuando terminó con la Drakenstern, se infiltró en el ordenador de la nave cíclope. Su nombre era Gratianus, procedente del sector Minerva. La frecuencia sonó por todas las cubiertas y comunicadores de la nave minera.
–Gracielle, sal con el resto del equipo –ordenó Phoenix –. Aniquilad todo alienígena que salga de nuestros compañeros. –Se marchó al instante, ajustando el arma en modo lanzallamas. A través de la cúpula de mando, observaron la operación de limpieza. Desde la Drakenstern recibieron comunicación pocos minutos después. La capitana Harrison, pálida todavía, informaba de su estado. Josh fue rápido contestando.
–Deben destruir las amebas, el fuego es lo más adecuado. Mientras la frecuencia siga sonando, estarán debilitadas. Tenga mucho cuidado, se mueven con rapidez en su estado normal; el contagio puede reproducirse.
Harrison acató las sugerencias de la Hagger con presteza. A los pocos minutos, las cubiertas del Drakenstern se poblaban de llamaradas esporádicas. El equipo de Gracielle se encargó de rescatar a sus compañeras entre los pasillos de la nave minera. Los equipos fueron recomponiéndose poco a poco. Las fuerzas del J. Morgan ocuparon la cubierta del puente de mando. Allí encontraron a la tripulación de la Hagger, en las mismas condiciones que habían sufrido ellas unos minutos antes. Entre ellos, varios soldados Sahktik recobraban la compostura. Eran superados cuatro a uno. Se mostraban confusos, apuntando con sus armas a los intrusos. No recordaban nada. Pílorak se interpuso entre sus hombres y los amenazadores hombres mutados. El almirante Bolton apareció por el pasillo con su grupo de élite imponiendo calma. Se identificó como oficial ante los Shaktik, les explicó la situación con la ayuda del traductor. Los hombres se relajaron. Intermediaron para que los oficiales de la Gratianus desbloquearan el puente de mando. En cuanto las compuertas se abrieron, los lanzallamas consumieron los cuerpos de las amebas, agonizantes en el suelo. La frecuencia seguía sonando por toda la nave minera. Bolton irrumpió en el interior, presentándose con formalidad ante el Capitán.
–Ha atacado un convoy bajo la protección de naves de la confederación galáctica. Puede aceptar la confiscación de su nave y su tripulación, conservar su puesto de capitán y unirse a nuestra flota. La otra opción es oponerse y ser condenado a muerte. Le ofreceré una ejecución rápida en caso de que escoja la segunda opción.
El capitán se mostró confuso. Bolton esperó cinco segundos para recibir una respuesta. Se encontraba irritado. La sensación ácida todavía perduraba en su interior. La frustración había disipado su legendaria paciencia. Siete segundos sin responder, ocho… Extendió su fusil de asalto y disparó a quemarropa. El cuerpo sin vida del capitán cayó a plomo sobre la cubierta. Preguntó por el contramaestre. Era al que más sangre le había salpicado. Ofreció las mismas opciones, con un ritmo desapasionado en sus palabras. El Shaktik aceptó la primera opción antes de que Bolton terminara de hablar.
–Transmitan los códigos a mi nave. Cambien su emblema, pertenecen a MORBO asociados. Bienvenido a mi flota, acaba de ascender a capitán. Ahora, si me disculpan, debemos salir de aquí. Este sistema puede aplastarnos en cualquier momento.
Las tres naves se reunificaron con los cargueros en los límites de aquel sistema estelar. Saltaron a la vez a un área más tranquila. Las naves auxiliares reubicaron las tripulaciones en sus lugares respectivos. Una vez a salvo, el almirante solicitó un informe de la flota. Tras contabilizar las pérdidas, pidió comunicación con la nave minera Gratianus. La tripulación de los cargueros también estaba infectada. Bolton se alegró de haber ejecutado a las tripulaciones. Solo quedaba despejar una duda. Tal y como confirmó el nuevo capitán, el sistema Sianna estaba comprometido por aquella infección. Comunicó a sus capitanes su deseo de regresar a la estación espacial Súbita. Debían intentar un rescate de la población. En instantes, prepararon un plan de acción entre todos. Un cuarto de ciclo más tarde, la flota estaba lista para volver al sistema Sianna.
Las naves llegaron en un parpadeo al puesto de baliza. La llegada de la numerosa flota hizo que los cazas de la estación salieran a interceptarlos. En seguida, el almirante Bolton transmitió los códigos de comercio. En cuanto bajaron las defensas informáticas, la Hagger y la Nir se infiltraron en su flujo de datos. Instalaron la frecuencia en la estación y desactivaron las torres defensivas. El sonido hizo que todo el personal se paralizara. El crucero J. Morgan se ancló rápidamente a la estación espacial. Sus equipos de asalto fueron pasando a golpe de llamaradas. Pasillo a pasillo, fueron tomando la estación espacial, unificando a los supervivientes en salas aisladas. A pesar de la operación, las defensas planetarias de Sianna se activaron en contra de Bolton. La alarma había saltado por todas las colonias.
–A todas las naves, establezcan formación de combate. Los cargueros con un armamento inferior al nivel tres, que salten de inmediato a las coordenadas de evacuación. Capitán Phoenix, necesitaré su nave.
–A la orden, señor. Iniciando desacoplamiento. Mis chicas se ocuparán de la estación Súbita.
Las fuerzas defensivas se movilizaron contra la flota MORBO. Acudieron cinco fragatas del anillo interior del sistema. El Drakenstern soportaba un castigo tras otro de las escuadras de cazadores. El leviatán galáctico levantó el escudo de energía. La Hagger imitó la maniobra y cubrió con el armamento ligero al destructor. Tres cazas cayeron bajo el fuego de los turboláser. Toda nave de Bolton estaba siendo atacada. La batalla de Sianna había estallado.