El poder del trono
Gerhex había asumido el poder del reino de Harkyth desde hacía cuatro estaciones. Había establecido la paz con todos los reinos colindantes cuando su padre, Lynt II, cayó enfermo. Su beligerante padre había mantenido los tres frentes abiertos por un ansia de conquista que lindaba con la obsesión. Nadie en toda la corte había entendido las razones que habían llevado al rey Lynt a enemistarse con sus tres vecinos al mismo tiempo, ni siquiera el propio Sethus. Desde que era consejero del reino, Sethus había intentado que todos los reinos cooperaran entre sí ante su verdadero enemigo, el imperio Kenita. El rey se encargó de dinamitar todos aquellos esfuerzos en tan solo un acto.
Gracias al ataque de Lynt II, el emperador Kio tomó la mitad de Norkyth. El ejército Norkythita se mantenía enrocado mientras los reinos de Athania y Nulhn presionaban a Harkyth con un bloqueo militar. Sethus había recurrido al comercio por mar con las Islas de los Cañones aunque Athania y Nulhn hundían cada barco que avistaban sus fuerzas marítimas. Pocos eran los barcos que se arriesgaban a entrar en el mar de Harkyth, el reino que Serthus había jurado proteger.
Con una situación cada vez más desesperada, Serthus resolvió educar a Gerhex para la paz. Usó su magia para que el entonces príncipe se hiciera con los corazones de los dirigentes de Athania y Nulhn. Con Norkyth, las buenas palabras no funcionaron. Se acordó un pago de Diez toneladas de oro como indemnización y todavía así el tratado con los Norkythas estaba a punto de fracasar. Sólo prometiendo la muerte del rey Lynt II, pudo Sethus forzar un acuerdo con Norkyth. Lo hizo a espaldas de todos, antes de que su delegación partiera y sin que Gerhex sospechara nada. A su regreso, emprendió entonces la peligrosa tarea de enfermar a su monarca. Aquello era alta traición, Serthus era conocedor de las leyes que él mismo juró defender, pero debía escoger entre la supervivencia de su monarca o la supervivencia de todo el reino. Para él, la decisión estaba muy clara. Prefería traicionar a un rey y salvaguardar Harkyth, debía lealtad al reino antes que a su rey. Usó un veneno sofisticado, el rey comenzó a manifestar los síntomas de la fiebre gris. Si alguien supo de esta traición, jamás dijo nada. El rey Lynt II, quebrantador de la paz, murió. Ahora ocupaba el trono el rey Gerhex y todavía no había cumplido con su acuerdo.
Serthus notaba al joven rey más sombrío. El peso del poder había caído sobre sus hombros de forma cruel. Los años se habían sumado a él como si fueran lustros. Fue iniciada la primavera cuando el rey Gerhex ordenó movilizar a sus ejércitos contra Athania. Serthus estaba perplejo. Trató de razonar con su pupilo pero el poder lo había obnubilado. Argumentaba que la red de espías del reino había interceptado varios correos destinados a Avok, rey de Athania. En ellos había objetivos militares a tomar dentro de sus fronteras. Si no atacaba antes, Harkyth sería invadida por Athania. El consejero del reino no pudo rebatir a su joven rey y se retiró del salón del trono, frustrado. Decidido a cambiar el curso de los acontecimientos, fue a visitar a Vilava, la consejera de comercio. En ella acababan todos los chismorreos del reino. No fue fácil pero consiguió establecer una reunión en el barrio mercantil, donde Vilava vivía en una enorme mansión. Era famosa por su afición al jazmín. El perfume se podía percibir en cada sala por la que Sethus era guiado. Vilava esperaba entre almohadones finamente bordados en oro. La conversación fue cordial, combinada con té y hierba de Maghereb, fumada en pipas individuales. Sethus escuchaba de labios de la consejera real lo que se decía en las calles de Athania, Norkyth y Nulhn. Acusaban a Harkyth de nación traidora, subordinada al imperio Kenita y enemiga de los tres reinos supervivientes al imperio. Era cierto: Athania y Nulhn también planeaban la invasión de Harkyth, su reino. Athania ofrecía el cebo, Gerhex había mordido y Nulhn se lanzaría desde el norte, asestando el golpe de gracia sin un ejército que se le opusiera. Serthus debía alertar al joven rey antes de que fuera tarde. Volvía a palacio para encontrar a Gerhex sentado en el trono, cabizbajo y, sin embargo, lleno de ira. Serthus expuso las razones por las que no debía atacar. El rey comprendió la situación pero sus palabras fueron en contra de lo que Serthus había aconsejado. Imposible, el rey Gerhex estaba obstinado a la autodestrucción. Había movilizado ya a todos los ejércitos y realizaba levas como refuerzo para defender el reino contra Nulhn. Extrañamente, Gerhex conocía todos los movimientos de sus enemigos. Serthus iba a contrariarlo de nuevo cuando detectó en la mirada un extraño brillo. Aquella mirada era de auxilio. Sethus comprendió de pronto la dimensión de aquel problema. Gerhex no estaba actuando bajo su propia voluntad, algo intercedía por él. El rey estaba hechizado y Serthus se maldecía por no haberlo descubierto antes. No lograba entender cuándo pudo alguien saltarse las protecciones que él mismo había colocado en el palacio desde hacía años. Los cálculos volaron hasta rememorar dos décadas atrás. Fue la última vez que una delegación del imperio Kenita había viajado hasta Harkyth. Venían a firmar la paz entre ambos países con unos acuerdos que nada beneficiaban al reino. El rey Lynt los despidió a las pocas horas de llegar, aún así, ofrecieron obsequios a toda la corte. Regalaron al rey Lynt II el trono en el que estaba sentado ahora Gerhex. Sethus lo observó entonces y no encontró nada extraño pero bien pudiera albergar mucho de extraño aquella pieza tallada. No le era ajena la práctica de magia retroactiva. Un conjuro de dominación latente en el trono durante años. Sethus apartó al joven rey del trono tirando con una fuerza desproporcionada para el viejo consejero. Sintió el poder del conjuro en cuanto separó a su pupilo del trono. Era magia Kenita, sin duda. Sutil y mortal, muy útil para los fines imperiales. El emperador Kio era conocido por sus planes anticipados. En aquella ocasión había adelantado su plan dos décadas. Sethus se sentía frustrado y furioso. Había acabado con Lynt II porque el Imperio Kenita lo había engañado. El odio que sentía hacia sí mismo era equiparable al que sentía contra el imperio. Hizo brotar de la palma de su mano un cono de fuego que prendió el maléfico asiento. Cuanto más se consumía, mayor vigor recuperaba el joven rey. Una vez que el trono se hizo cenizas, Gerhex pudo controlar sus actos nuevamente. Mandó correos para retirar a los ejércitos de la frontera con Athania y logró contener a Nulhn, forzando una paz duradera entre ellos para enfrentarse al Imperio Kenita. Serthus obtuvo el mando de la legión de hechiceros y castigó duramente al imperio aunque aquello… aquella es otra historia.