El carro de silfos
Howard miró el reloj de sol situado frente al ventanal de su posada. La tarde anterior Sack no había acudido al trabajo. Los platos de madera y los vasos de cuerno se amontonaban en las pilas de la cocina. Margaret se negó a limpiar un solo cuenco. Estaba desbordada en la cocina. El posadero vigilaba el fuego recién encendido de la chimenea mientras barría el salón principal. Se había decidido a rebajar aquella montaña de platos sucios cuando la puerta se abrió. El minotauro Murok atravesó la entrada y se acomodó en su lugar habitual. Hizo un saludo tranquilo y pidió un cubo de leche de cabra. Howard pensaba que hacía un efecto narcótico en él. Lo colocó frente a su empleado, en el extremo de la barra. Para acompañar, colocó a su lado la olla del potaje de verduras que sobró el día anterior. Murok traía un libro consigo y comenzó a leerlo sin ningún pudor. El libro estaba escrito en lengua rúnica común. Los romances del capitán Frendell, era el título de la obra. El reloj de sol marcó el medio día, las mesas comenzaban a llenarse y Howard lamentaba el retraso del acárido en voz alta.
–¿Dónde está ese hechicero de limpieza? No puedo ofrecer las habitaciones tal y como están. Necesito la vajilla limpia para la hora de comer –El minotauro se encogía de hombros y seguía leyendo. Hacía largas pausas para comer de la olla de cerámica y beber de su cubo –. No estará muerto, ¿verdad? –Murok negó con la cabeza.
–Hemos estado de viaje, vendrá pronto.
–¿De viaje? ¿Dónde? ¿Ha estado contigo?
El minotauro asintió a la vez que pasaba una página de su novela. No tenía intención de decir nada más. Al cabo de unos minutos, el hechicero acárido apareció en la posada. Musitó una disculpa y se puso a trabajar al instante. Howard cruzó los brazos frente a él. La luz del exterior se reflejaba en el pelo rojo de posadero, acentuando su mal humor. Con la expresión de pocos amigos que tenía, Sack tuvo que ceder y explicarse.
–Howard, amigo… Siento llegar tarde pero mi hermano necesitaba que le echara una mano.
–Murok me ha dicho algo de un viaje.
–Ah, eso… Era una misión especial. Voy a empezar por la cocina, seguro que necesitas la vajilla limpia –el pato canturreó durante unos segundos palabras que ninguno de los presentes conocía. Los elementales de agua brotaron de su capa como un abundante sudor hasta tomar forma humanoide. Las entidades se dirigieron a la cocina y comenzaron el trabajo. Engullían la vajilla para sacarla de sus estómagos en perfecto estado.
–Bien pensado pero has evadido mi pregunta.
–Fuimos a Ulnis por petición del rey. Un asunto importante.
–A Ulnis, la ciudad fronteriza. ¿O es Ulnis, la taberna del distrito doce?
–Lo primero, por supuesto. Sí, lo sé. Está lejos de Rophean.
–Tres días a pie. Día y medio a caballo –Howard fue sirviendo los almuerzos que iban saliendo de cocina. El pato invocó a un silfo de aire y lo dirigió a las habitaciones del piso superior. A continuación tomó asiento al lado de Murok.
–Llegamos en dos horas. El viaje más rápido que haya hecho nunca.
–¿Acaso fuisteis volando?
–Exacto. En un artilugio inaudito. Una maravilla de la hechicería moderna, hecha bajo la supervisión del rey Grenik.
–¿De qué se trataba? ¿Un portal dimensional?
–No, son peligrosos. Puedes quedarte atrapado en el caos. Era un carro volador, tirado por hipogrifos. Su fuselaje era ovoide, totalmente cerrado aunque tenía dos ventanas en cada lado. Los hipogrifos no son tan importantes. En realidad son los silfos, elementales de aire, los que sostienen el carro en el vacío. Los hipogrifos ponen la tracción y la dirección. Podría valer cualquier criatura voladora con suficiente fuerza.
–El hijo del conde Struck era de Ulnis –dijo Howard –, ¿ha regresado con vosotros?
–Así es. Ahora es el conde Struck. El rey lo ha ascendido. Su padre se ha vuelto medio loco. Ha agrupado a varios grupos de mercenarios bajo su blasón. Vimos a cinco mil soldados extranjeros acampados en sus dominios, vistiendo su emblema. Era la razón por la que el joven Struck quería ver al rey. Se estaba organizando una sublevación.
–Me tomas el pelo.
–Lo dice en serio, jefe –comentó Murok –, vi el ejército con mis propios ojos pero desde el suelo. Después de levantarme sedado. Sigo enfadado con todos vosotros, Sack –El pato ignoró las quejas del minotauro. Fue el posadero quien se quedó intrigado.
–¿Por qué, amigo?
–Me durmieron a traición. Decían que me movía demasiado.
–Tus mugidos de terror casi hacen que nos estrellemos. Tuve que hacerlo, rencoroso cabezota. El carro volador amenazaba con desarmarse con cada uno de tus movimientos. No le hagas caso, Howard. Entró en pánico en cuanto subimos cinco metros del suelo. Sendelvar me obligó a tranquilizarlo.
–¿Quién es Sendelvar?
–Uno de los hechiceros del rey. Es el inventor del carro de silfos. El único capaz de dirigirlo.
–¿Y quienes os acompañaron?
–Elenthen, ya lo conoces. Es el elfo que toca aquí de vez en cuando.
–Por supuesto que lo conozco; trae las mejores lágrimas de Siamat que he bebido nunca.
–También vino Arkam con su inseparable enano. ¡Ah! y mi hermano menor. Un segundo, los elementales de agua han terminado con la vajilla.
–No te olvides de la cuadra, hay que sacar la mierda de las monturas. Haz que se las lleven al río –El pato desapareció tras la puerta de la cocina. Saludó a Margaret y dirigió a los elementales hacia la cuadra con las instrucciones de Howard. Luego volvió a acomodarse en la barra, robando un cuerno de leche de cabra del cubo. Howard terminó de servir a otro cliente y siguió hablando –. Siento un poco de temor al conocer vuestros asuntos. En cuanto me intereso por ellos, vienen serios problemas a mi posada. Todavía recuerdo el cadáver de aquel hombre justo donde estás ahora mismo –Howard pasó a la cocina con nuevas comandas. Al regresar, se mostró con dudas –. Si habéis ido y vuelto de Ulnis en solo una tarde, ¿por qué has llegado tarde?
–Por lo de anoche –dijo Murok.
–¿Hay más?
–Claro que hay más. Salimos a primera hora de la tarde y llegamos a primera hora de la noche. Mi hermano Darwin necesitaba ayuda. Un tipo llamado Averlec intenta hacerse con el control de los bajos fondos en toda la ciudad. Hemos descubierto que estaba relacionado con la sublevación del anterior conde Struck. Quería causar el caos en Rophean capital. Para ello, necesitaba controlar las calles. Pero no contaba con un detalle, parte de las calles pertenecen a mi hermano. Ha estado reforzando su posición mediante el contrabando de mercancías extrañas. Mazzer conocía esa red y trató de quedarse con ella. Tenía atrapado a mi hermano Darwin en su propio edificio. Solo cuatro de sus hombres habían sobrevivido con él. Anoche explique el asunto al rey y accedió a ayudarnos. Grenik vio la importancia de conservar las calles con gente que le es leal.
–Hizo una misiva real. No sé muy bien qué es pero sale en la novela que estoy leyendo.
–Una misiva real –explicó Howard –, creo que es una orden del rey para ser cumplida en el acto.
–Así es –dijo Sack –. Arkan fue directo a hablar con el capitán Níoh con esa misiva real. Consiguió que ciento cincuenta guardias nos dieran apoyo. Hemos esperado toda la noche hasta que la banda de Mazzer se decidió a atacar.
–Has nombrado ese nombre antes. ¿Te refieres a Mazzer el centauro? –Howard se había echado medio cuerno de vino blanco y lo bebía manteniendo el interés en la conversación.
–El mismo. Era socio de ese Averlec. Llevaba un tiempo masacrando a los chicos de mi hermano Darwin.
–Darwin… Lo conozco, trae la esencia de Grifo a la ciudad. Un hueso duro de roer ese pato, no descuenta ni un cobre.
–Preferimos el término acárido –dijo Sack, molesto por el comentario.
–Disculpa, no era una forma despectiva de referirme a él, a vosotros. ¿Qué pasó con Mazzer? Es un monstruo despiadado, por lo que he oído.
–Ha caído esta madrugada. Una operación magnífica, gracias a nuestro bárbaro favorito. Cientos de guardias de la ciudad mataron o detuvieron a sus secuaces. Lo localizamos en su cuartel general, a cinco manzanas del centro. Tenías que haber visto a Arkan. Estuvo a punto de decapitarlo. Se frenó en el último momento y la guardia apresó al conspirador. Ahora Mazzer estará rogando por su vida frente al rey. ¿Y sabes una cosa? He olvidado mencionarlo antes –el pato sacó un medallón parecido al que lucía Arkan con frecuencia. Parecía de enorme tamaño en sus manos. La diferencia era que estaba realizado en plata, en lugar de oro –Grenik nos ha nombrado sus amigos. He tenido que ayudar en las labores del interrogatorio, elaborar pociones de la verdad, torturar al convicto, volver a torturarlo para buscar la confesión…
–¿Y era necesaria tu presencia en las mazmorras del castillo?
–No, en absoluto, pero era mi primer momento como amigo del rey. Tenía que realizar alguna clase de mérito.
–Tu medallón nuevo puede corroborar tu versión o puede ser una imitación para tomarme el pelo.
Howard volvió su cara al minotauro. Levantó la vista de su libro. Con movimientos lentos, destapó el amuleto que descansaba en su pecho. Era exacto al de su compañero. En su cuello el emblema parecía diminuto en contraposición con el del acárido, que ocupaba más de su propia mano.
–De acuerdo, me habéis convencido. Si no fuera porque conozco a la perfección el medallón de Arkan, seguiría dudando de su procedencia. Solo espero que el rey no os reclame a menudo, mi negocio depende de vosotros.
–Eso es bueno, amigo Howard. Muchos clientes querrán conocer a los amigos del rey. Vendrán a buscarnos a la posada Sombría. Tendrás ilustres huéspedes que gastarán su dinero aquí, sin contemplaciones. Ganarás tanto que podrás contratar a camareros y limpiadores, decenas de ellos. Te lo aseguro.
–Sin mencionar el trabajo que se va a generar –comentó Murok –. Todo el mundo necesitará resolver sus problemas, quién mejor que los amigos del rey para solucionarlos.
–Si llegáis a ganar dinero de esa forma, exijo una décima parte.
–Claro, socio. Hablaremos de los beneficios. El bardo está enamorado de esta posada. Después de todo, necesitamos un lugar para llevar nuestros asuntos importantes –Sack rebuscó en su túnica hasta dar con una bolsa de monedas. Se la entregó al posadero –. El rey Grenik es generoso. Este dinero te servirá para dejar de estar tan enfadado conmigo –Howard sopesó la bolsa, sonriendo al acárido.
–No puedo aceptarlo, es demasiado.
–Considéralo una compensación por el cadáver del otro día o por otros que pudieran crearse sin intención.
–Oh, no. De ninguna forma va a haber más muertos en mi local.
–Pues que sea el pago por una de tus habitaciones. Esa donde siempre nos metes a hablar de nuestras cosas.
–De acuerdo, acepto el dinero. Mis hijas necesitan ropa nueva.
–Cuando llegue el resto, hablaremos de nuestra sociedad. Ponme un plato de ese guiso, el que está comiendo Murok.
En la posada Sombría, aquella tarde no hubo espectáculo musical. La tranquilidad que proporcionaba el crepitar del fuego era suficiente. Los clientes habituales se relajaban con los naipes. Murok y Sack desempolvaron el juego de Peckren y comenzaron una serie de partidas que duraron hasta la noche. De aquella forma hicieron las paces entre ellos. Howard fantaseaba con las expectativas de su negocio. Sintió la suerte de haber conocido a tan estrafalarios personajes, aquello era un soplo de buena fortuna.