Profecía
Alrededor de Zahi Smarth, las cabezas se inclinaban con interés. Howard había cerrado las puertas al público. Sin embargo, los amigos del rey no se habían movido de su pequeño reservado. El único que había abandonado el local era Murok. La pequeña habitación estaba alumbrada por un candil en el centro de la mesa. Arkan se olvidó de la bebida durante todo el relato. Sac había humedecido su puntiaguda lengua con una gota de lágrimas de Siamat. El pico le tembló durante unos segundos, como efecto secundario. Después de aquello, era todo oídos. Quería grabar en su mente cada palabra de la profecía. Hasta Howard quedó inmóvil, aferrado al pomo de la puerta, escuchando los funestos presagios. Aquel reino era la clave del final de los tiempos. Cuando el país se vuelva hacia los dioses, comenzarán los años del fuego. En realidad, la profecía hablaba del pueblo de espaldas a los dioses. Zahi había interpretado que se refería a todo el reino de Rophean. Como aquella referencia, la hechicera enumeró una decena de acontecimientos que podían relacionarse con el cumplimiento de la profecía.
–En la conclusión del vaticinio, se habla de la resurrección del decapitado Alcaudón. Entonces, los cuatro titanes retomarán el poder de su tierra. Los dioses serán desterrados.
–Entiendo que queda poco tiempo para que todo esto se cumpla –dijo Elenthen.
–Así es, elfo. Pocos años, en realidad. Es difícil de precisar. Las señales se están cumpliendo, es lo único que tengo claro. Grenik ha disparado todas las alarmas ante su real decreto.
–Una buena profecía es aquella que no se cumple –dijo Sac –. De lo contrario, se trataría de una maldición. Estamos destinados a cambiar el curso de esta predicción. Hay que procurar que este vaticinio no se cumpla. Arkan, deberás hablar con el rey.
–¿Y qué le digo? ¿Qué una profecía pone en peligro todo nuestro mundo y él es el culpable de realizarla?
–Solo es responsable, en parte –interrumpió Zahi –. Un responsable inconsciente, debo añadir. Su acción es la primera de las señales decisivas. Todavía podemos evitar la catástrofe.
–¿Cómo se puede hacer? –preguntó el enano Spuff.
–Evitando que Rophean pida ayuda a los dioses. Si se instaura el culto oficial en Rophean, será la segunda de las señales decisivas.
–Pero ya está hecho –dijo Howard desde la puerta –. La gente rinde culto en secreto. El rey, al levantar el veto a los dioses, ha oficializado estos cultos. Lo sé porque yo mismo vengo del imperio Golinath. Mi familia y yo hemos realizado las plegarias esta misma mañana.
–Es simbología. Me refiero a la construcción de templos, la conversión de la familia real, la asunción de sus días santos, la persecución de la hechicería… Debéis ayudarme a impedirlo.
–Lo de perseguir la hechicería no lo hace todo el mundo, tan solo los adoradores de Alush –puntualizó Elenthen.
–Estás hablando de traicionar a nuestro Rey. Eso va a ser imposible. –sentenció Arkan.
–Si Rophean pelea por sí misma, sin involucrar al resto de países o imperios, puede caer. O tal vez pueda vencer. No lo sabremos hasta que ocurra. Si cae, peleando sola, no arrastrará al resto del mundo.
–Entonces tenemos que elegir entre salvar un reino o salvar el mundo entero… –El cinismo asomó a la voz del elfo. –Una interesante decisión, ideal para mi nueva balada. La llamaré, versos del destino.
–¡No voy a traicionar a Grenik! –Arkan se levantó, dando un puñetazo en la mesa. Los demás se sobresaltaron ante la reacción del bárbaro. –¡Me da igual si se salva el reino o si vienen los cuatro titanes del inframundo! ¡No traicionaré a mi amigo! ¡Si vuelvo a percibir la sombra de la conspiración en tus palabras, hechicera, te partiré en dos!
–No estaba hablando de matar al rey ni nada parecido, cálmate. Zahi solo quiere encontrar una solución, como todos nosotros. –Sac comprendía la fidelidad de Arkan. Él mismo la sentía. Sin embargo, aquello era demasiado importante como para tratarlo a la ligera. –Olvidemos el tema de traicionar a nadie. Busquemos posibles soluciones.
–Tengo la solución, os la he explicado. Solo boicoteando la instauración de templos en Rophean, podremos evitar este desastre. El reino ya está condenado, de todos modos.
–Pero este boicot se entendería mal tanto por parte de Grenik como por parte del imperio del otoño. Puede llevarnos a una guerra con ellos. Queremos que nuestro reino siga a salvo, bajo cualquier circunstancia –insistió Sac –. Debe haber alguna otra solución.
–No se me ocurre nada más, salvo que formemos nuestros propios dioses. El Sumo Hechicero está al tanto de la profecía. Trabaja día y noche para evitar que hilos del destino alcancen este final.
–Claro, el sueño de todo hechicero… Convertirse en dios. Todos los que lo han intentado, han fracasado.
–Además, nuestro enemigo tiene una resistencia natural a la hechicería –continuó Elenthen –. Un dios creado por estas artes sería inútil contra los titanes y sus aliados.
Zahi Smarth tenía el semblante serio. Nadie pretendía ayudarla, solo querían evitar lo inevitable. Asumir el final era difícil aunque esperaba que los amigos del rey hicieran aquel esfuerzo. Se levantó del taburete con cara de decepción.
–Os he buscado porque creí que estaríais a la altura de las circunstancias. Me equivoqué, por lo que parece. He de marcharme, impediré la profecía aunque me cueste la vida.
–No vas a ninguna parte, hechicera –interrumpió Arkan –. Tendrás que explicar los planes de traición a Grenik en persona.
–Bárbaro idiota, te has quedado sólo con los versos que te interesan. No traicionaré a tu rey, solo evitaré que la profecía se cumpla.
El asiento de Arkan se transformó, de súbito, en una serpiente metálica. Lo inmovilizó en segundos, retorciendo su cuerpo por los tobillos, cintura y muñecas. A continuación, se solificó. Arrastró al bárbaro hasta el suelo. El enano se hizo con una de sus hachas de lanzar y trató de herir a la mujer. El arma voló hacia ella pero se transformó en mariposas nada más tocarla. Zahi estaba dispuesta a usar un hechizo de teleportación. En mitad de la orden arcana, la mujer se quedó muda. Sac impidió la huída de la hechicera con uno de sus elementales. El agua llenó boca y pulmones del objetivo. Sin embargo, no murió. Otro elemental de aire empujó el agua fuera del cuerpo de la mujer, restableciendo la capacidad de respirar. Zahi iba a lanzar una ofensiva pero Sac zanjó aquel asunto antes que ella. Con una simple palabra, convirtió al elemental de agua en hielo. Los puntiagudos miembros helados de la creación mágica perforaron a la mujer. Ocho lanzas de hielo despedazaron el cuerpo hasta dejarlo sin vida. Zahi cayó sobre la mesa, horriblemente mutilada. La sangre había salpicado en todas direcciones.
–Yo me ocupo del desastre. Howard, trae cuatro o cinco sacos de patatas vacíos. –Sac dio forma a las extremidades del elemental de agua. Hizo que los bordes se volvieran dentados. A continuación, el ente procedió al descuartizamiento del cuerpo. Tela y carne fueron cortadas por igual. –Elenthen, ve a buscar a Murok. Vamos a necesitar el huerto de su casa.
–¿Como con el viejo de la última vez? A este ritmo va a tener un cementerio donde planta verduras… –El elfo se incorporó, quitándose de las mejillas las gotas de sangre que le habían saltado de forma accidental. Salió de la sala cuando Howard regresaba con los sacos vacíos.
El elemental se encargó de recoger los pedazos de la mesa. Sac liberó al bárbaro de la serpiente de metal que lo apresaba. Después, tomó las pertenencias de Zahi Smarth. El grimorio fue absorbido por el que llevaba al cinto, adquiriendo todo el poder de la antigua hechicera.
–Bien hecho, Sac. Esa perra ha usado un truco vil conmigo.
–Has tenido suerte, no quería matarte. Ella pretendía huir de aquí.
–Iba a traicionarnos a todos. Su muerte era inevitable –dijo Spuff.
–Tenemos que informar al rey acerca de la profecía. Este asunto puede superarnos. Arkan, Spuff… No perdería tiempo en ir a comunicarlo.
–Estás diciendo que vaya ahora mismo, ¿verdad? –El hombre pato se limitó a asentir. El elemental había adoptado forma homínida. Cargaba con los cuatro sacos de desperdicios humanos. Arkan hizo una señal a Spuff y ambos salieron hacia palacio. Otro elemental de agua se encargaba de recoger la sangre derramada.
Sac salió de la posada en plena madrugada. No escuchó sonido alguno. El cielo clareaba con levedad por el Este. En la calle, la luz mágica alumbraba con poca intensidad. Bajó hacia la casa del minotauro, seguido de su fiel creación. A pesar de que la figura artificial era del tamaño de un humano medio, el contraste con la estatura del acárido lo hacía parecer enorme. En la puerta, casi invisible, Elenthen esperaba su llegada. Del interior salían mugidos continuos y llenos de pasión.
–No me he atrevido a llamar. Murok está bastante ocupado.
–Esto es una emergencia. Le hablaré mediante un enlace psíquico. Sujeta los sacos, a mi elemental le queda poco tiempo de corporeidad.
Elenthen tomó el cuarto saco antes de que la figura de hielo desapareciera. Al cabo de un rato, Murok abrió la enorme puerta del establo. En el interior, vieron a dos hembras de la especie del minotauro. Los tres estaban desnudos.
–Magnífico, simplemente magnífico. –Elenthen se encontraba regocijado por aquella escena. Era como contemplar la brutal naturaleza en plena procreación primaveral.
–Tenemos un problema, Murok. La hechicera que quería ayuda… Bueno, no nos hemos puesto de acuerdo. Hay que enterrar estos sacos en tu parte trasera.
–¿Igual que aquel viejo hechicero?
–Como el hechicero, así es…
Murok tomó los cuatro sacos con su mano izquierda. Fue directo hacia la parte posterior. Sac saludó con rapidez a las hembras. Elenthen avanzó con lentitud. Una sonrisa de complacencia lo acompañaba. Paseó los ojos por aquellos cuerpos desnudos, recreándose en lo que veía. Siguió, perezoso, los pasos de sus compañeros.
Sac levantó dos metros cuadrados de tierra con el poder de su magia. Murok lanzó los sacos al interior del boquete. La tierra sepultó los restos sin compasión. Tras la polvareda, los tres abandonaron el huerto trasero de Murok.
–Sentimos la interrupción, amigo. Te dejamos con tus cosas.
Elenthen dudó en moverse durante demasiado tiempo. Sac tuvo que tirar del brazo del elfo para sacarlo de allí. Murok, ajeno a la presencia de sus compañeros, había reanudado sus ejercicios amatorios. De vuelta en la Posada Sombría, el bardo y el hechicero hablaron sobre el siguiente movimiento que debían tomar.
–La profecía… ¿por qué tendría que ser verdadera? –preguntó Elenthen.
–Bueno, jamás se me ocurriría dudar de un compañero, sin embargo…
–Sin embargo, ¿qué?
–Que es conveniente no pensar en ella. Da demasiados problemas a corto plazo.
–¿Y si fuera real?
–No podemos estar pendientes de si los sucesos van a ocurrir o no. Cuando sucedan, los afrontaremos como podamos. La vida debe continuar, para bien o para mal. Y si el destino es adverso y debemos arrastrar al mundo entero con nosotros, que así sea.
–Que así sea, amigo. Estas palabras sí que merecen una canción. Al final sacaré un nuevo repertorio en el día de hoy.
Howard tuvo que suplicar a sus amigos que se marcharan. Debía cerrar y abrir en pocas horas. A base de insistir, el hombre pato y el elfo se alejaron hacia sus respectivas casas. La noche había dejado paso a la mañana, dando color a las calles de Rophean.